martes, 25 de noviembre de 2014

Nunca es tarde para empezar a hacer las cosas bien

                                                                                                              Autora: María Sánchez
                                                                                                              E-mail: glezsanzmaria@gmail.com

Nuestros hijos no son robots. Esto nos tiene que quedar claro. No podemos pretender programarlos a nuestra merced o imagen y semejanza aunque para nosotros sería reconfortante. Vete tú a saber por qué... "Qué niña más buena, aunque tiene un carácter, bueno como su madre ¿eh?" o "Igualito a su papá" Y nos llena de orgullo. No culpo a ningún padre de que quiera que sus hijos se le parezcan pero cuidado, nuestro pupilo ya viene con una personalidad escrita, y nuestro deber como guía (donde participa la figura de apego) es ayudarle en ese descubrimiento del yo, educándolo como mejor sabemos.


Para aquellos padres curiosos, les resultará más ameno el camino leyendo libros o informándose del tema en
talleres. Ningún padre nació aprendido así que no se avergüencen de apoyarse en expertos, "el qué dirán" o "yo me las apaño perfectamente" no sirve de nada, algunos tienen más maña y otros no, pero es el interés y la dedicación lo que dará fruto. En realidad, lo que están demostrando es que quieren conocer mejor a su pequeño respetando el carácter que ya trajo consigo de fábrica.

No queremos ser, la mayoría, como nuestros padres, y entonces pasa, llega el momento que te ves en el otro lado y acabas de soltar una frase que decía tu madre o tu padre. Te quedas sorprendido porque luego te vienen a la cabeza experiencias pasadas que se hacen presentes con la actuación tuya ante tu hijo. Sabes que tus padres no lo han hecho tan mal, hoy eres una persona hecha y derecha que sabe enfrentarse a la vida, a veces más resolutiva que otra y siempre con la mirada al frente. Ciertos aspectos te gustaría cambiarlos y lo harás con tus retoños pero hay algo que hemos aprendido a la perfección, a echar de menos. Es bonito porque significa que te encanta pasar el tiempo con esa persona y compartir tu mundo interior. El problema viene cuando se está presente pero ausente.

El avance de las nuevas tecnologías nos están absorbiendo como una pajita en un vaso de Coca-cola, y mientras nuestra vida se presenta burbujeante se nos escapa todo el gas con malas caras, palabrotas varias,
y un sin fin de negativismo que el niño capta como una esponja. Y es aquí donde no debería gustarnos que fuera una representación nuestra de pies a cabeza. ¿Queremos que vivan con estrés? ¿Les deseamos que no disfruten de las experiencias del entorno? ¿Acaso creemos que estando en la burbuja tecnológica del whatsapp, videojuegos y demás aliviará la ausencia de mamá y papá? Obviamente, no. Y por supuesto, no voy a ser injusta. Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos, y eso conlleva sacrificios como dejarle con los abuelos, en la escuela, con la cuidadora,... No es fácil separarse y tu objetivo se basa en proporcionarle una vida mejor. Solo a veces se nos olvida que lo único que demandan es la atención de los padres. Cuando se está trabajando, lo pasa uno mal y luego, llegas a casa, cansado, reventado, a punto de estallar y te encuentras a esa personita que te extiende sus brazos para consolar un pesado día de trabajo, para recibir el cariño y el amor que tanto necesitan. Te envuelven en su mundo, que es el tuyo, el que da energía para seguir adelante y miras sus ojitos y respiras, te calmas. Estás en paz, estás con tu hijo en ese momento y no en otro. Estáis disfrutando de vuestra compañía, de vuestro amor incondicional.

¿Cuántos momentos de éstos tenéis así a lo largo del día? Deberían ser varios ¿no? Lo digo porque es increíble la cantidad de padres que veo con el maldito móvil en las manos mientras columpian a sus hijos, mientras pasean con el carro (incluso, y algo que me ha dejado completamente perpleja) ¡cuando cruzan la calle! Qué ejemplo... Para llevarse las manos a la cabeza.

No descuidemos lo importante, no estoy diciendo que no valoremos lo que tenemos, que no solo son los hijos, es la pareja, nuestros padres, la familia, amigos,... Hay momentos para todo, cuestión de organizarse y darse un respiro (un kit kat se nos ha venido a la mente, lo sé). Estoy resaltando que estamos descuidando vivir y compartir. Tenemos derecho a desconectar, no pasa nada malo por unas horas de relax. El mundo seguirá girando, no se preocupen y anímense a hacerlo posible. Estamos educando niños, no máquinas.

Los protagonistas son vuestros hijos, los héroes ustedes que gracias a todo lo que hacen por ellos, aún queda esperanza. Nunca es tarde para empezar a hacer las cosas bien y ¡qué mejor que con la lectura como hábito!

Fuente:

martes, 18 de noviembre de 2014

¿Para qué sirven los cuentos?


Autor/a: Martes de cuento
Twitter: @MartesdeCuento

Filosofía, ciencia, religión… A lo largo de la historia, el hombre ha probado y sigue probando muchos caminos para comprenderse a sí mismo, a los demás y al mundo: Aunque, sin duda, ciertos interrogantes permanecen inmutables: el sentido del universo, la caducidad de la vida, el origen del mal, la responsabilidad, la culpa, el destino, el porqué del amor o los celos, las enfermedades, la vida tras la muerte… 

La infancia no es ajena a todas estas cuestiones, aunque en este periodo, los interrogantes adquieren la forma de la inmediatez y de la inocencia.

Sin embargo, no por ello son menos profundos y trascendentes para aquel que se los plantea: ¿Por qué el abuelo está en el hospital? ¿Papá y mamá me siguen queriendo aunque haya nacido mi hermano? ¿Está mal mentir o desobedecer? ¿Por qué no volveré a ver a la abuela, adónde se ha marchado? ¿Por qué ese niño del colegio nos pega a todos? ¿Por qué hay gente mala?...


Para dar una solución tranquilizadora a todas estas cuestiones, surge el pensamiento imaginativo, que se proyecta sobre el mundo y sobre los seres y que nos sirve para dar sentido al ser y al acontecer en su totalidad.

Dar respuesta a estas incógnitas, no importa si más o menos acertadamente, nos permite intervenir sobre aquello que le preocupa al niño o que no comprende y, de este modo, intentamos consolarlo de su limitación y liberarlo del peso de un desasosiego o de un enigma mediante una explicación plausible que puede ser asimilada por su capacidad intelectual. En otras palabras, al integrar en el cuento los datos que le proporcionan su entorno y su propia experiencia, estamos ordenando su mundo para que pueda comprenderlo.

En este diálogo entre el mundo y el individuo que efectúa las preguntas, se van obteniendo respuestas que se incorporan a la personalidad y que van moldeando la forma de entender la propia existencia. Por tanto, el significado se va materializando en un significante.

En consecuencia, este pensamiento mágico inicial no debería considerarse un borrador torpe y sin sentido que la ciencia y la racionalidad se encargarán de superar, sino que debería entenderse como un sistema articulado y lógico por sí mismo, que no se debe menospreciar porque, sin duda, es el que permanecerá en el subconsciente del niño ya que mediante el cuento estamos posibilitando la ordenación.

La imaginación es, en esencia, una hipótesis de trabajo en la cual los datos son comunes y ciertos: la naturaleza, el ser humano, el ciclo vital, las estrellas, la luna, el sol, el nacimiento, la muerte, el amor, el mal, el porqué del dolor... pero que cada individuo interpreta en función de su realidad y adapta a sus propias necesidades.

La estructura profunda del relato suele ser común a lo largo del tiempo y de las culturas y, por ese motivo, reconocible. Las fusiones pueden ser innumerables pero el significado pretérito permanece y es, precisamente, ese significado el que debemos buscar.

En el cuento subyace un mensaje del que ya muchas veces no somos conscientes. Algunos sufren una modificación tan acusada que es casi imposible relacionarlos con su intención inicial a simple vista.
En sucesivos artículos, intentaremos encontrar esta lógica primitiva de los cuentos y trataremos de entender qué mensaje pretenden transmitir.

martes, 11 de noviembre de 2014

Reflexión: Frase (I)

UNA PREGUNTA de José Saramago:

¿Y si las lecturas para niños
fueran de lectura obligatoria para los adultos?

¿Seríamos realmente capaces de aprender
lo que desde hace tiempo venimos enseñando? 


Ilustración de Lucie Vandevelde